Fake Papers

Francisco Stefano – Director

Kimberley Pardo – Marketing and Business Development Analyst

 

En un blog anterior, explicamos cómo el trabajo científico se difundía principalmente mediante un método iniciado en el siglo XVII, casi simultáneamente en París y Londres. Un manuscrito con los hallazgos o datos clave se enviaba a una entidad prestigiosa en el campo (academia, universidad o colegios profesionales), cuyos miembros decidían si se publicaba en la revista de la asociación. La revisión del material y la decisión de publicación no estaban regidas por normas, sino por el criterio de los miembros de la institución. Este sistema persistió hasta el siglo XX, cuando el aumento de la actividad científica y la predominancia de la publicación por editoriales comerciales generaron la función del revisor de manuscritos y la aparición de la Revisión por Pares (Peer Review). Esta figura es crucial porque garantiza la originalidad e importancia del manuscrito y habilita su publicación en la revista.

 

Otra novedad del siglo pasado es el Factor de Impacto de la Publicación (Journal Impact Factor, JIF), introducido por Eugene Garfield para calcular la cantidad promedio de citas que reciben los trabajos publicados en una revista durante dos años. El JIF inicialmente ayudó a los bibliotecarios a seleccionar y decidir qué revistas incorporar en la biblioteca, ya que más citas indican más lectores. Este factor ganó popularidad entre los científicos, ya que pueden elegir revistas con mayor audiencia en su área de trabajo y tener más posibilidades de ser conocidos por sus colegas.

 

El tercer factor es el Acceso Abierto (Open Access), un movimiento que postula que la publicación y lectura de información científica deberían ser de libre acceso. Los altos costos de publicación son una barrera para muchos investigadores, al igual que la lectura de publicaciones que solo están disponibles para suscriptores o en bibliotecas. El costo de un PDF puede oscilar entre 20 y 30 dólares.

La combinación de estos tres factores ha permitido un rápido crecimiento en la comunicación entre pares y ha facilitado el progreso científico en países en desarrollo, así como el crecimiento de la industria editorial.

 

Sin embargo, también ha habido un rápido crecimiento en conductas inapropiadas, como el plagio y la falsificación de datos. Estudios muestran que alrededor del 34% de los trabajos de neurociencias publicados en 2020 contenían datos o manipulaciones en desacuerdo con la ética científica. Uno de los casos más conocidos fue el de Andrew Wakefield, quien publicó un artículo en 1998 indicando que la vacuna MMR podía causar daños cerebrales en los niños. Aunque el trabajo fue recibido como verdadero, la revista lo rechazó 12 años después. Hoy en día, hay una mayor conciencia sobre el tema, y dos instituciones, COPE (Committee on Publication Ethics) y el blog Retraction Watch, lideran la búsqueda de trabajos falsos. Retraction Watch, lanzado en 2010 por Ivan Oransky y Adam Marcus, observó que las retractaciones de las publicaciones no se comunicaban a la comunidad científica, lo que permitía que datos erróneos o falsos fueran tomados como verdaderos por los lectores.

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